Trujillo
La impresión que se lleva el viajero cuando se acerca a Trujillo es la de encontrarse ante un medieval barco varado en un cerro de canchales. La ciudad se eleva orgullosa y vigilante sobre una sorprendente y hermosa protuberancia granítica, sobre un insólito berrocal, como dice la copla: «Si fueres a Trujillo, por donde entrares, hallarás una legua de berrocales». La masa de sus torres y sus ruinas se recorta sobre el cielo.
Es Trujillo una ciudad abierta, clara, confortable, regularmente bien urbanizada, apacible y que da una sensación de bienestar de hidalgo campesino. Así era y así es Trujillo: Un centro de encuentro entre razas y culturas edificado sobre el cerro “Cabezo de Zorro” para dominar en llano unos limites que están rayados entre el Tajo y el Guadiana
Trujillo se ubica en lo más alto de un soberbio berrocal granítico salpicado de encinas y carrascos; es una hermosa ciudad medieval, referencia obligada para los visitantes que deseen conocer la historia de esta tierra extremeña.
Sus almenas, palacios, iglesias y casas solariegas han configurado con su recuerdo la semblanza de este solar, otrora inexpugnable; tal parece, que no sería extraño el que la imaginación popular hubiera concebido la leyenda de que algún cantero cinceló, por arte de alguna magia o portento, en la propia roca del cerro el perfil de su ciudadela. Si así fue, cumplió sobradamente con su tarea el mítico cantero, pues Trujillo es sin duda ejemplo de armonía y adaptación al entorno berrocaleño; piedra labrada, sobre la propia roca.
En ocasiones, cuando en lontananza se adivina, entre dos luces, el perfil altivo de la villa medieval, el viajero que se aproxima, sea cual fuere la rosa de los vientos, puede llegar a pensar que el tiempo se ha parado por un instante, y que ha sido transportado por las artes de algún Merlin al Medievo.
Cuando esto sucede no queda otro remedio que acercarse a la ciudad y comprobar por sí mismo lo que en la lejanía se intuía. Punto obligado es sin duda la Plaza Mayor, Plaza de la Hispanidad por derecho propio, uno de los conjuntos monumentales más bellos que el visitante puede observar en la Península. Esta Plaza es una apuesta por la diversidad, una respuesta a las distintas formas de entender el arte, de entender a fin de cuentas la vida; es la Plaza del mestizaje. Al viajero le basta un solo giro para contemplar la historia y el arte de los cinco últimos siglos.
Trujillo hay que recorrerlo a pie, paso a paso, con sosiego, no es para turistas de cámara y ventanilla de automóvil, sino de zapato, sombrero y bastón; Trujillo necesita su tiempo porque, una vez aquí, las horas empiezan a dejar de tener importancia. De la Plaza a la Alcazaba árabe hay un empinado y serpenteante trecho; la calle de los Ballesteros, la Ronda de las Almenas, o la Cuesta de la Sangre (en la imaginativa conciencia popular, sudor carmesí habrá que sudar para coronarla), son paso obligado para acceder a la ciudadela por la Puerta de Santiago o la de San Andrés, cualquier ruta es buena, todas rezuman un altivo pasado de historia y de arte.
A medida que ascendemos van cayendo los siglos, y del esplendoroso XVI, emblemático extramuros, pasamos lentamente al intimismo y recogimiento del siglo XIII, sin olvidar vestigios paleocristianos del IV. Calle Cambrones, Alhamar, Santa María, Gargüera, Palomas, Plaza de los Moritos, la Alberca, blasones, palacios, casas solariegas, museos, conventos,… y todo ello aislado del resto del mundo por un recinto amurallado que conserva orgullosamente sus lienzos, torres y espigones; cuando se pasea por la ciudadela el viajero tiene constancia de que ha dado un salto en el tiempo, y sin duda agradece el que los siglos y la barbarie hayan respetado este magnifico baluarte de la historia extremeña.
Pero aun queda camino; todavía falta un trecho para alcanzar la alcazaba árabe del siglo X que no puede ocultar las características propias del Califato Cordobés. Se considero en su tiempo fortaleza inexpugnable y por ello el judío Samuel Levi, tesorero del rey Pedro I, la escogió para guardar las riquezas de la Corona. Desde lo más alto de la alcazaba se otea un amplio horizonte de dehesas y un sinfín de vetustos senderos, otroras celtas, romanos, árabes, vestigios de antiguas rutas comerciales que entre la Betica y la Meseta Norte tenían paso obligado por estas tierras
En Trujillo se ha escrito una parte importante de la historia de Extremadura y de América; mas de dos milenios de historia se contemplan desde este cerro milenario. Ha sido solar y crisol de muchas culturas; fue en la antigüedad lugar obligado de paso entre la Meseta Occidental y las cuencas del Guadiana y Guadalquivir. Los misteriosos Ligures fueron sus moradores más antiguos, cuyo nombre conocemos, ellos nos legaron un único recuerdo, el hidrónimo Magasca; posteriormente sabemos de la existencia de los Cempsi, autores de unas arcanas estelas sepulcrales; ya en la Edad del Hierro, llegaron los vettones, pueblo de estirpe celta que colaboró con Viriato en su lucha contra los romanos, y de la forma en que denominaron a este cerro, Turaca, parte el topónimo Trujillo, tras las influencias fonéticas de romanos, Turgalium, musulmanes, Taryala, o del Medievo, Truxiello.
Sin duda Trujillo alcanzó su máximo esplendor durante los siglos XV y XVI; entonces se convirtió en cuna de conquistadores y artistas; de sus nombres y azañas se ha ocupado sobradamente la historia: Francisco Pizarro conquistador del imperio Inca; Hernando Pizarro, su hermano, Francisco Orellana, descubridor del Amazonas; Diego García de Paredes el «Sansón extremeño», Cervantes en su capitulo 32 del Quijote escribió «valentísimo soldado… de tantas fuerzas naturales que detenía con un solo dedo una rueda de molino en la mitad de su furia»; su hijo, también llamado Diego García de Paredes, fundó el Trujillo de Venezuela; Gonzalo de las Casas, fiel capitán de Hernán Cortes en la famosa Noche Triste de 1520; María Escobar; fray Diego de Chaves, confesor de Felipe II; Francisco Becerra, famoso arquitecto,.. ¡ tanta historia!. Unos ansiaban la fama efímera de Eldorado, otros la eterna de sus obras, pero tanto unos como otros son parte importante del crecimiento y ornato de la ciudad tras el descubrimiento de América. La otra parte de la historia es anónima, la protagonizo el pueblo llano; no poseía blasones ni linajes, «solamente» eran canteros, albañiles, carpinteros,… pero sin duda son igualmente artífices de la ciudad que hoy todos podemos disfrutar. Todavía en la actualidad podemos observar artesanos de la madera; la piedra o el hierro cuya sabiduría es herencia de la tradición.
Trujillo se ha convertido con el paso del tiempo en un centro turístico de gran envergadura y ofrece al visitante una amplia gama de opciones, para todos los bolsillos: Parador de Turismo, hoteles, hospederías, mesones, fondas, pensiones, bares de «tapeo» y restaurantes.
Nuestra gastronomía es fruto de la tradición, auténtico amasijo de culturas. La herencia árabe está presente en gran parte de nuestras recetas, las más representativas son las dulcerías de miel, sopas de almendras, cordero asado y salazones de pescados de río, cuya joya por estos lares es la tenca. La otra gran herencia gastronómica es la surgida del contacto con los serranos de la trashumancia, principalmente la caldereta de cordero y cabrito, el frite de rabos y las migas. Otros manjares de interés para el visitante son los tocinillos de cielo, yemas de Pizarro, bollos dormidos, pastas de almendras, gazpachos de guindas y de espárragos silvestres, «cochifrito», además de nuestros quesos de cabra y oveja, cecinas y vinos.
La oferta cultural es muy amplia; congresos, representaciones teatrales, audiciones musicales y exposiciones artísticas de diversa índole se ofrecen durante todo el año en los incomparables marcos de nuestros palacios y rincones más emblemáticos. Nuestras fiestas y ferias gozan de gran fama y han sido catalogadas como » de interés turístico». «El Chíviri» es sin duda la más conocida de todas. El domingo de Pascua la Plaza Mayor de Trujillo se llena de mujeres ataviadas » de pastoras», con vistosos refajos, polleras, jubones, corpiños y pañuelos de cien colores, además de aderezos de orfebrería fruto de la más pura tradición artesanal; los hombres se anudan un pañuelo rojo al cuello. Se bailan y se cantan coplas tradicionales con letras que van desde simples declaraciones amorosas, pasando por algunas que no desentonarían en las exequias de Baco, hasta llegar a otras de las más clara tradición picaresca.
Otros festejos y ferias de interés en Trujillo son las fiestas patronales en honor de la Virgen de la Victoria; la Feria Nacional del Queso en mayo, la Agroganadera en noviembre, la tradicional feria de ganados de junio que fue inmortalizada en la zarzuela «Luisa Fernanda» en la que se canta: «de la Feria de Trujillo te he traído un aderezo», el mercado franco de los jueves concedido en 1465 por Enrique IV para honrar a la ciudad. Trujillo es sin duda una de las ofertas turístico culturales más interesantes de España..
El entorno natural de Trujillo y su Comarca, ha logrado mantenerse en un estado de conservación alto, la rica y abundante fauna y flora, sostenida por una vegetación excepcional constituye una parte importante del atractivo de la zona, dispone de una gran biodiversidad faunística y floral: La ciudad se encuentra en un batolito granítico, en el cual se caracteriza el paisaje de “berrocales”, donde abundan, la fauna silvestre como el lagarto ocelado, la lagartija colilarga, la lagartija cenicienta y conejo, sirven de sustento a pequeñas rapaces como el milano real, milano negro, cernícalo vulgar y cernícalo primilla que conforman la mayor colonia existentes en Europa. Otra zona de influencia paisajística son los Llanos, grandes extensiones cerealistas y de pastos, donde conviven en armonía animales domésticos como ovejas, vacas y cabras con fauna silvestre como la avutarda “reina de los Llanos”, sisones, cigüeñas blancas y negras en las zonas más áridas y en las zonas pantanosas garzas, garcillas, cigüeñetas, ánade real, en aves y sapo partero y rana meridional en anfibios además del galápago leproso. El tercer paisaje característico de la zona de Trujillo es la dehesa, paisaje creado por el hombre para el aprovechamiento integral del bosque mediterráneo donde habitan especies protegidas como aguilas reales e imperiales, buitres negros y leonados, y rapaces de menor tamaño como ratonero común, águila calzada, águila culebrera, además de contar con mamíferos como tejón, zorro, garduño, comadrejas, que se alimentan de pequeñas aves insectívoras como herrerillo común, carbonero común, abubilla, y un largo etcétera.
Trujillo es la “capital verde”, por excelencia, que aporta una infraestructura ideal, en base a una oferta turística alternativa, próxima a la comarca de Villuercas-Ibores y epicentro más cercano al parque Natural de Monfragüe, por ser ambas zonas los “pulmones verdes” de la provincia.
Es Trujillo una ciudad abierta, clara, confortable, regularmente bien urbanizada, apacible y que da una sensación de bienestar de hidalgo campesino. Así era y así es Trujillo: Un centro de encuentro entre razas y culturas edificado sobre el cerro “Cabezo de Zorro” para dominar en llano unos limites que están rayados entre el Tajo y el Guadiana
Trujillo se ubica en lo más alto de un soberbio berrocal granítico salpicado de encinas y carrascos; es una hermosa ciudad medieval, referencia obligada para los visitantes que deseen conocer la historia de esta tierra extremeña.
Sus almenas, palacios, iglesias y casas solariegas han configurado con su recuerdo la semblanza de este solar, otrora inexpugnable; tal parece, que no sería extraño el que la imaginación popular hubiera concebido la leyenda de que algún cantero cinceló, por arte de alguna magia o portento, en la propia roca del cerro el perfil de su ciudadela. Si así fue, cumplió sobradamente con su tarea el mítico cantero, pues Trujillo es sin duda ejemplo de armonía y adaptación al entorno berrocaleño; piedra labrada, sobre la propia roca.
En ocasiones, cuando en lontananza se adivina, entre dos luces, el perfil altivo de la villa medieval, el viajero que se aproxima, sea cual fuere la rosa de los vientos, puede llegar a pensar que el tiempo se ha parado por un instante, y que ha sido transportado por las artes de algún Merlin al Medievo.
Cuando esto sucede no queda otro remedio que acercarse a la ciudad y comprobar por sí mismo lo que en la lejanía se intuía. Punto obligado es sin duda la Plaza Mayor, Plaza de la Hispanidad por derecho propio, uno de los conjuntos monumentales más bellos que el visitante puede observar en la Península. Esta Plaza es una apuesta por la diversidad, una respuesta a las distintas formas de entender el arte, de entender a fin de cuentas la vida; es la Plaza del mestizaje. Al viajero le basta un solo giro para contemplar la historia y el arte de los cinco últimos siglos.
Trujillo hay que recorrerlo a pie, paso a paso, con sosiego, no es para turistas de cámara y ventanilla de automóvil, sino de zapato, sombrero y bastón; Trujillo necesita su tiempo porque, una vez aquí, las horas empiezan a dejar de tener importancia. De la Plaza a la Alcazaba árabe hay un empinado y serpenteante trecho; la calle de los Ballesteros, la Ronda de las Almenas, o la Cuesta de la Sangre (en la imaginativa conciencia popular, sudor carmesí habrá que sudar para coronarla), son paso obligado para acceder a la ciudadela por la Puerta de Santiago o la de San Andrés, cualquier ruta es buena, todas rezuman un altivo pasado de historia y de arte.
A medida que ascendemos van cayendo los siglos, y del esplendoroso XVI, emblemático extramuros, pasamos lentamente al intimismo y recogimiento del siglo XIII, sin olvidar vestigios paleocristianos del IV. Calle Cambrones, Alhamar, Santa María, Gargüera, Palomas, Plaza de los Moritos, la Alberca, blasones, palacios, casas solariegas, museos, conventos,… y todo ello aislado del resto del mundo por un recinto amurallado que conserva orgullosamente sus lienzos, torres y espigones; cuando se pasea por la ciudadela el viajero tiene constancia de que ha dado un salto en el tiempo, y sin duda agradece el que los siglos y la barbarie hayan respetado este magnifico baluarte de la historia extremeña.
Pero aun queda camino; todavía falta un trecho para alcanzar la alcazaba árabe del siglo X que no puede ocultar las características propias del Califato Cordobés. Se considero en su tiempo fortaleza inexpugnable y por ello el judío Samuel Levi, tesorero del rey Pedro I, la escogió para guardar las riquezas de la Corona. Desde lo más alto de la alcazaba se otea un amplio horizonte de dehesas y un sinfín de vetustos senderos, otroras celtas, romanos, árabes, vestigios de antiguas rutas comerciales que entre la Betica y la Meseta Norte tenían paso obligado por estas tierras
En Trujillo se ha escrito una parte importante de la historia de Extremadura y de América; mas de dos milenios de historia se contemplan desde este cerro milenario. Ha sido solar y crisol de muchas culturas; fue en la antigüedad lugar obligado de paso entre la Meseta Occidental y las cuencas del Guadiana y Guadalquivir. Los misteriosos Ligures fueron sus moradores más antiguos, cuyo nombre conocemos, ellos nos legaron un único recuerdo, el hidrónimo Magasca; posteriormente sabemos de la existencia de los Cempsi, autores de unas arcanas estelas sepulcrales; ya en la Edad del Hierro, llegaron los vettones, pueblo de estirpe celta que colaboró con Viriato en su lucha contra los romanos, y de la forma en que denominaron a este cerro, Turaca, parte el topónimo Trujillo, tras las influencias fonéticas de romanos, Turgalium, musulmanes, Taryala, o del Medievo, Truxiello.
Sin duda Trujillo alcanzó su máximo esplendor durante los siglos XV y XVI; entonces se convirtió en cuna de conquistadores y artistas; de sus nombres y azañas se ha ocupado sobradamente la historia: Francisco Pizarro conquistador del imperio Inca; Hernando Pizarro, su hermano, Francisco Orellana, descubridor del Amazonas; Diego García de Paredes el «Sansón extremeño», Cervantes en su capitulo 32 del Quijote escribió «valentísimo soldado… de tantas fuerzas naturales que detenía con un solo dedo una rueda de molino en la mitad de su furia»; su hijo, también llamado Diego García de Paredes, fundó el Trujillo de Venezuela; Gonzalo de las Casas, fiel capitán de Hernán Cortes en la famosa Noche Triste de 1520; María Escobar; fray Diego de Chaves, confesor de Felipe II; Francisco Becerra, famoso arquitecto,.. ¡ tanta historia!. Unos ansiaban la fama efímera de Eldorado, otros la eterna de sus obras, pero tanto unos como otros son parte importante del crecimiento y ornato de la ciudad tras el descubrimiento de América. La otra parte de la historia es anónima, la protagonizo el pueblo llano; no poseía blasones ni linajes, «solamente» eran canteros, albañiles, carpinteros,… pero sin duda son igualmente artífices de la ciudad que hoy todos podemos disfrutar. Todavía en la actualidad podemos observar artesanos de la madera; la piedra o el hierro cuya sabiduría es herencia de la tradición.
Trujillo se ha convertido con el paso del tiempo en un centro turístico de gran envergadura y ofrece al visitante una amplia gama de opciones, para todos los bolsillos: Parador de Turismo, hoteles, hospederías, mesones, fondas, pensiones, bares de «tapeo» y restaurantes.
Nuestra gastronomía es fruto de la tradición, auténtico amasijo de culturas. La herencia árabe está presente en gran parte de nuestras recetas, las más representativas son las dulcerías de miel, sopas de almendras, cordero asado y salazones de pescados de río, cuya joya por estos lares es la tenca. La otra gran herencia gastronómica es la surgida del contacto con los serranos de la trashumancia, principalmente la caldereta de cordero y cabrito, el frite de rabos y las migas. Otros manjares de interés para el visitante son los tocinillos de cielo, yemas de Pizarro, bollos dormidos, pastas de almendras, gazpachos de guindas y de espárragos silvestres, «cochifrito», además de nuestros quesos de cabra y oveja, cecinas y vinos.
La oferta cultural es muy amplia; congresos, representaciones teatrales, audiciones musicales y exposiciones artísticas de diversa índole se ofrecen durante todo el año en los incomparables marcos de nuestros palacios y rincones más emblemáticos. Nuestras fiestas y ferias gozan de gran fama y han sido catalogadas como » de interés turístico». «El Chíviri» es sin duda la más conocida de todas. El domingo de Pascua la Plaza Mayor de Trujillo se llena de mujeres ataviadas » de pastoras», con vistosos refajos, polleras, jubones, corpiños y pañuelos de cien colores, además de aderezos de orfebrería fruto de la más pura tradición artesanal; los hombres se anudan un pañuelo rojo al cuello. Se bailan y se cantan coplas tradicionales con letras que van desde simples declaraciones amorosas, pasando por algunas que no desentonarían en las exequias de Baco, hasta llegar a otras de las más clara tradición picaresca.
Otros festejos y ferias de interés en Trujillo son las fiestas patronales en honor de la Virgen de la Victoria; la Feria Nacional del Queso en mayo, la Agroganadera en noviembre, la tradicional feria de ganados de junio que fue inmortalizada en la zarzuela «Luisa Fernanda» en la que se canta: «de la Feria de Trujillo te he traído un aderezo», el mercado franco de los jueves concedido en 1465 por Enrique IV para honrar a la ciudad. Trujillo es sin duda una de las ofertas turístico culturales más interesantes de España..
El entorno natural de Trujillo y su Comarca, ha logrado mantenerse en un estado de conservación alto, la rica y abundante fauna y flora, sostenida por una vegetación excepcional constituye una parte importante del atractivo de la zona, dispone de una gran biodiversidad faunística y floral: La ciudad se encuentra en un batolito granítico, en el cual se caracteriza el paisaje de “berrocales”, donde abundan, la fauna silvestre como el lagarto ocelado, la lagartija colilarga, la lagartija cenicienta y conejo, sirven de sustento a pequeñas rapaces como el milano real, milano negro, cernícalo vulgar y cernícalo primilla que conforman la mayor colonia existentes en Europa. Otra zona de influencia paisajística son los Llanos, grandes extensiones cerealistas y de pastos, donde conviven en armonía animales domésticos como ovejas, vacas y cabras con fauna silvestre como la avutarda “reina de los Llanos”, sisones, cigüeñas blancas y negras en las zonas más áridas y en las zonas pantanosas garzas, garcillas, cigüeñetas, ánade real, en aves y sapo partero y rana meridional en anfibios además del galápago leproso. El tercer paisaje característico de la zona de Trujillo es la dehesa, paisaje creado por el hombre para el aprovechamiento integral del bosque mediterráneo donde habitan especies protegidas como aguilas reales e imperiales, buitres negros y leonados, y rapaces de menor tamaño como ratonero común, águila calzada, águila culebrera, además de contar con mamíferos como tejón, zorro, garduño, comadrejas, que se alimentan de pequeñas aves insectívoras como herrerillo común, carbonero común, abubilla, y un largo etcétera.
Trujillo es la “capital verde”, por excelencia, que aporta una infraestructura ideal, en base a una oferta turística alternativa, próxima a la comarca de Villuercas-Ibores y epicentro más cercano al parque Natural de Monfragüe, por ser ambas zonas los “pulmones verdes” de la provincia.